Hombre triste

Canción del hombre triste.
Yo lo veo arrastrar su cuerpo cansado
y su alma malgastada, mal usada.
Su voluntad, como fortaleza de piedra poma, 
tan inútil, tan inútil…
El no habla de sus sueños
lo de él, es el eco interminable de una sola pesadilla de septiembre.
Dos caminos de salitre surcan su rostro, 
es la huella de su llanto, 
del diluvio y sus réplicas, 
de sus lágrimas reinventadas,
de su llanto sin metamorfosis,
reír es inútil, es inútil.
No tiene fe, no tiene fe
y es su desesperanza una eterna salmodia en sus oídos.
¡Basta ya! gime inútil entre viejos cedros,
y almendros huecos que se esfuman abrazados,
abrasados en medio de llamas metálicas y de maderos ensangrentados.
¡Cuánta sed! Cuelga en su cintura un jícaro vacío,
sin una gota del rancio vino,
humedece con su lengua sinsabor
(lengua que descubrió mentiras nuevas y perdones que no salvan, ni condenan)
sus marchitos labios, mientras llora frente al cauce de un rio ausente,
es inútil, es inútil.
¿Y si vuela? ah, que tristeza,
mueve sus alas con un asincrónico aleteo
y solo se oye un tétrico crujir de huesos,
mientras va dejando una huella de rusticas plumas.
Alza su mirada, desde sus carboneros ojos
hasta la lúgubre bóveda celestial,
como en busca de algún sol fugitivo
o de alguna luna trasnochada,
o de la lucecita de los girones de la última estrella
pero solo esta lo oscuro,
tan inútil, tan inútil.
¿Y qué esperas?
Me desespera la lentitud de mis gusanos de seda,
Tejan rápido la mortaja, demonios de alambre y espinas!!!
¿Y tu alegría? es inútil.
¿Y el amor? es inútil.
¿Y tu vida? es inútil, es inútil.